Sueños de la Alhambra (sonsonete insomne de madrugada)

 Federico García Lorca en el laboratorio de la Residencia de Estudiantes en 1923. Archivo Residencia de Estudiantes
Federico García Lorca en el laboratorio de la Residencia de Estudiantes en 1923. Archivo Residencia de Estudiantes
Para Domenico Fiormonte, quien, como García Lorca, se me aparece en sueños

Pero Manuel Antonio,

siempre quise tener un amigo así,

que se llamase, que fuese

Manuel Antonio,

qué pensamientos tengo de ti

recordando en este insomnio

ese día de sol en el Albaicín

en que vi el reflejo de Allen

en el refrigerador de la cerveza

de esa tiendita de Chinos que les llaman

un poco de frescura en el bazaar

todavía lleno de olores a naranjas y monjas penitentes

todos estos años después, qué digo, siglos, Federico.

Pero Manuel Antonio,

¿por qué me vuelve tu nombre, ficticio,

esta madrugada del fin de los tiempos,

en que te imagino y te invento

para no pensar

en los enfermos

y los muertos

y patéticamente las hojas de cálculo

y la quincena?

¡Ay, mis recuerdos de la Alhambra!

¡Ay, mi corazón endurecido cuando fui a Granada!

La residencia de estudiantes era un tablao

y un cante jondísimo me fusiló el pecho.

¡Qué lejanas las gitanas amargadas que me leyeron el futuro!

¡Qué distantes las lozas del paseo de los tristes!

Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos,

Manuel Antonio, los jinetes del apocalipsis cabalgan enlutados.

El nombre de pila de mi amigo con quien recorrí el Albaicín

es el del día de descanso que fue ayer y hoy ya es hoy, día de la luna,

en que ruego que amanezca al no poder dormir con tanto eco.

¡Ay, las musas que nos acribillaron desde el cielo!

¡Ay, mi corazón endurecido cuando fui a Granada!

Se rompen las copas de la madrugada, Manuel Antonio,

todos estos años que se antojan infinitos y fugaces,

y me arrullo en el consuelo del recuerdo.

¡Ay, los lugares del mundo!

¡Ay, el luto que vestiremos!

Yo no toco la guitarra pero la escucho,

Manuel Antonio,

tampoco soy cantaor, pero

a la virgencita de la Merced un rezo

que nos permita dormir, Manuel Antonio,

ya que no hay luna,

que nos permita dormir.

¡Ay, los lugares del mundo!