Hoy se descansa en México porque se celebra el aniversario del comienzo de la guerra de independencia.
Hace un par de días me fui a dormir pensando en esta imagen, compartida en Twitter por Gerardo Esquivel:
![esquivelgerardo. (2013, Sep 14). La Plaza de la Constitución: http://t.co/azvRSlvHC5 [Twitter post]. Retrieved from https://twitter.com/esquivelgerardo/status/378685051900149760](https://epriego.files.wordpress.com/2013/09/bufcdfmceaehp5z.jpg?w=599&h=449)
esquivelgerardo. (2013, Sep 14). La Plaza de la Constitución: http://t.co/azvRSlvHC5 [Twitter post]. Retrieved from https://twitter.com/esquivelgerardo/status/378685051900149760
De sólo recibir la imagen mediante el tweet no es claro si Gerardo la tomó o sólo la tuiteó. Eso sin embargo no es tanto lo que me interesa comentar hoy (aunque cuestiones de autoría, licencias y re-uso de imágenes en línea es tema de mi interés). Me interesa la imagen, el contexto de esa imagen y sus posibles interpretaciones. Justo después de haber visto esta imagen en Twitter alguien retuiteó a alguien diciendo que las imágenes engañaban. Se decía eso, creo entender, en el mismo contexto de la manifestación del CNTE y del ultimátum del gobierno para que desalojaran el Zócalo. Supuse que lo que se quería sugerir era que imágenes como la de arriba no dicen lo que dicen. Sí, en estas décadas post-Barthesianas nos sabemos el lugar común. Las imágenes denotan y connotan, significan siempre ideológicamente, de acuerdo a los contextos de recepción.
Esto no quiere decir que la imagen de arriba no sea ejemplo preclaro y sin ambiguedades de una situación. La imagen se interpretará según lo que se sepa del contexto y de dónde se ubique quien interprete en la polaridad política que define ese contexto. Habrá, a lo mejor, quien piense (en mi opinión contra todo mínimo sentido común por no decir de habilidad semiótica) que los granaderos retratados estaban ahí en ejercicio humanitario o de trabajo social.
Me interesa de la imagen que parece tomada con un filtro de aplicación fotográfica de teléfono móvil. El efecto lumínico parece trucado (seguro lo es): el cielo con contrastes apocalípticos, el color de las tiendas de campañas contra la grisez smog-pavimento del metal, el humo, la corrosión, la piedra del monumento colonial. La imagen es documental: no es “trucada” como se monta un escenario para una revista de modas; a pesar de los aparentes filtros que efectizan la escena sabemos que la escena no simula, o no simula una ‘realidad’ fingida. No hay actuación, esos policías antimotines estaban ahí. Parece que en la imagen hay sólo dos civiles, (¿o tres? No se sabe si la figura del extremo izquierdo es alguien con casco de motociclista civil u otro granadero) fotógrafos armados con cámaras; lo demás son todos granaderos marchando encima del campamento aparentemente abandonado.
La imagen de arriba me remite a esta otra imagen, esta vez no de un evento ‘real’ sino del cine:

Dicen las voces populares que las imágenes engañan. Lo comprendo. Durante los disturbios en Londres en el verano del 2011, quienes no estuvieron aquí pudieron pensar que Londres era como Gaza, o que los disturbios tenían motivación política o de pérdis anti-capitalista (no fue así). En este caso sin embargo, la imagen para mí revela que como muchas veces antes México vive una realidad de ciencia ficción. Por definición ficticia. De cómic. La cuestión es que se interprete como se interprete o se sepa lo que se sepa del contexto de la foto, la imagen en sí misma es ejemplo de una realidad filtrada y mediatizada. Y sin embargo la imagen que congela es muy concreta, tan concreta como lo ineludible del campamento desarmado y los uniformes, cascos, visores y tanqueta de los granaderos en la plaza más importante del país.
La cosa es que esos granaderos no debarían estar ahí. Quizá ese campamento jamás debió necesitar siquiera haber estado ahí. Y sin embargo la foto los captura. Lo que nos muestra es la plaza pública en estado de sitio por un estado represor; el granadero y la tanqueta como símbolo de la maquinaria represora (dura, metalizada, protegida), el plástico de las mantas, las tiendas de campaña, las bolsas de basura por el suelo (aplastadas, maleables, rotas, frágiles). Habrá otras formas de leer la imagen si se quiere, pero para uno es inevitable ver lo indeseable: el estado de sitio, el totalitarismo, la represión violenta, la plaza pública, centro y símbolo de la democracia y lo popular, como escenario apocalíptico. Al fondo, dominando el horizonte bajo el cielo de gris distópico, la confluencia de la bandera nacional (símbolo patrio, de la identidad nacional y del gobierno) y la iglesia católica; la catedral metropolitana, pesada nave alienígena impuesta literalmente sobre las ruinas de los templos que le precedieron. Un par de días antes de celebrar la independencia, la colonia y sus símbolos –sus vestigios, vivos– enmarcan la represión gubernamental contemporánea.
Y es que vivimos el progreso. En México ya estamos (hemos estado, quién sabe desde cuándo) en el futuro que de niños nos advirtieron los cómics que leímos. ¡Viva México!

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